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Don Eustaquio Barrón nace en Cádiz, España, en el año de 1790. Hijo de don
Eustace Barrón, irlandés del condado de Waterford. Su padre vino a la Nueva España
(con él o sin él, no se sabe) y se dedica a las rentas del tabaco, de la pólvora y de los
naipes, en Acapulco.
De Don Eustaquio sabemos que estudio en un buen colegio inglés y que parte para el
Perú a luchar contra los insurgentes y de donde emprende nuevamente viaje rumbo a
California poco antes de la independencia de ese país. En su trayectoria marítima a
California, hace escala en el Puerto de San Blas, donde se encuentra casualmente a un
compañero de colegio de nombre William Forbes, quién se dedicaba al comercio en la
ciudad de Guaymas, Sonora.
Ahí en San Blas, Don William Forbes convence a don Eustaquio de abrir una agencia
de comisiones en la cercana ciudad de Tepic y así comienza lo que iba a ser la muy
famosa y rica “Casa Barrón, Forbes y Compañía”.
Se casa con la señora Cándida Añorga, joven madre de una niña y viuda de un
capitán gallego de nombre José Antonio Pintó. Y tuvo en su matrimonio nueve hijos. La
cronología es imprecisa, pero Catalina Barrón nace de don Eustaquio Barrón y de
Cándida Añorga, en Tepic, el día 24 de Diciembre del año de 1824. Tres años después,
en 1827 don Eustaquio ya representa a la Gran Bretaña como Cónsul ingles en Tepic y
San Blas. Ha hecho ya un gran capital comercial y reinvierte en muchos negocios a lo
largo de la costa, desde California hasta Guayaquil, Ecuador.
En 1846 se siente lo suficientemente rico como para descansar. Sale de viaje por dos
años a Europa con toda su familia, pero dejando el consulado a su hijo Eustaquio
Barrón-Añorga y los negocios a su amigo y socio William Forbes, quien se casó con la
hija del primer matrimonio de doña Cándida Añorga, la hijastra de don Eustaquio.
En Europa, compra casa, sirvientes, coches y caballos. Vive todo en un lujo fastuoso
y espléndido, pero Europa lo decepciona, se aburre y decide regresar a México, pero
poco antes de regresar viaja a Roma, donde consiguió el privilegio de consagrar un altar
a la Virgen María para nuestra Catedral de Tepic.
Al volver a México, decide quedarse en la capital del país en sus residencias del
centro (el actual pasaje América en el número 9 de San Francisco) y de Tacubaya (hoy
Parque Lira), y es cuando don Eustaquio se hace retratar, con toda su familia, por un
pobre y desgraciado pintor francés a quien maltrata mucho, se niega a pagarle y al final
lo manda meter a la cárcel porque se había atrevido a pedirle el precio convenido.
Ahora don Eustaquio Barrón trabaja a escala nacional, esta en el gran negoció que es
el Estado Mexicano, sus finanzas, las oportunidades que ofrece: la desamortización de
los bienes del clero, los ferrocarriles, la deuda externa, los empréstitos y sobre todo,
financiando a Don Benito Juárez.
Como parte de su estrategia matrimonial, don Eustaquio casa a su hija Catalina con
don Antonio Escandón (1855), hermano de don Manuel Escandón, quizá uno de los
hombres más ricos del país en aquellos años. Su otra hija, Antonia, se casa con un
banquero ecuatoriano quien vive en París, el Conde Luzárraga: la casa Luzárraga de
Guayaquil abastecía la fábrica textil de Jauja. Los Barrón de la segunda y tercera
generación se casan con gente del Gotha nacional e internacional: Rincón Gallardo,
Romero de Terreros, duques españoles, franceses, ingleses y viven bien en Europa. Un
nieto de don Eustaquio figuró entre los fundadores del Banco Nacional Mexicano, que
se convertiría tres años después en el Banco Nacional de México, hoy Banamex.